Las tareas de cuidado de un familiar suelen realizarse entre los propios miembros de la familia pero siempre suelen recaer en una persona con mayor carga. Puede ser la pareja, hijos o alguien que asume el papel de cuidador ante la persona enferma o que necesita cuidados.
La de cuidador es una tarea que se ha profesionalizado y que cuenta con unas regulaciones a la hora de ejercerla, dada la importancia que requiere conocer cómo ayudar a una persona en sus actividades de rutina diaria ante las dificultades y al no poderlas realizar por sí mismas.
Tanto en los profesionales como en los familiares que ejercen como cuidadores, hay una serie de características que deben ser comunes.
Además, si estás buscando a un cuidador profesional que se haga cargo de la tarea que hasta ahora has realizado tú y surgen las normales dudas, deberás tener en cuenta varios rasgos. Ante todo, está el respeto por la dignidad y la integridad de la persona a la que se cuida, sea cual sea el grado de dependencia, su estado físico o mental.
Algunas cualidades del buen cuidador
Vocación: Deberá tener la intención y el gusto por cuidar de las personas, dedicar su tiempo a los demás y que la recompensa de su trabajo sea, además de la remuneración si es profesional, la satisfacción de estar ayudando a esa persona.
Empatía: Además de la vocación es necesario desarrollar la empatía: aprender a situarse en el lugar del otro, comprender sus capacidades, su situación psicológica. Ponerse en su lugar será siempre una ayuda ante las exigencias del cuidador.
Habilidades sociales: Relacionadas con la empatía están las habilidades sociales. Ser comprensivo tanto con la persona que se cuida como con sus familiares ayudará en el trabajo; comunicar siempre, ser realista y a la vez empático, con la suficiente confianza como para compartir las rutinas con sus familiares cercanos, evitando preocupaciones pero siempre con transparencia en la información.
Paciencia: es un rasgo fundamental. Tanto si es anciano como discapacitado, sea cual sea la necesidad básica de esa persona, deberás tener paciencia, tolerancia y comprensión para resolver los conflictos que se presenten y preservar su bienestar siempre.
Inteligencia emocional: Debes saber gestionar sus emociones y las tuyas, potenciar sus habilidades, afrontar con entereza las situaciones y hacer sentir bien a esa persona.
Previsión: Es clave conocer los ritmos vitales de la persona que se cuida para prevenir situaciones de riesgo. Es necesario estar alerta y evitar cualquier circunstancia que pueda desembocar en un incidente, anticiparse a lo que pueda pasar y minimizar riesgos.
Transmitir energía positiva: Incluso cuando la persona a la que se cuida cuenta con todas sus capacidades cognitivas al 100%, deberás sacar toda tu energía positiva para transmitirla e influir directamente en el estado de ánimo.
Si es anciano, no debes asumir que su etapa de la vida se relaciona con la depresión o la tristeza: nunca deben faltar la alegría y las ganas de vivir, sea cual sea el estado; ayúdale a superar sus bajones.
Formación: Si vas a contratar a alguien que se encargue de tu familiar, debes primar la formación o acudir a ese lugar en el que se encuentran los profesionales. Una mala praxis puede acarrear consecuencias negativas y no todo el mundo está preparado para hacer frente a unos cuidados.
Autocuidado: Cuidar de los demás también implica cuidarse a uno mismo; sin esto, no serás capaz de realizar tu trabajo en plenitud. Cuida tus rutinas y practica la higiene mental: desconecta y no caigas en el síndrome del cuidador quemado.
En Centro de Mayores Montesalud contamos con los mejores profesionales del cuidado de ancianos, buscando en ellos las características que potencien el bienestar de nuestros usuarios en esta bonita etapa de la vida que viven.